Domingo VIII del Tiempo Ordinario, 2 de marzo de 2025
Esta Palabra del Evangelio, que
como cada domingo no tiene otra intención por parte de Jesús el Señor, que la
de enseñarnos a amar mejor nos dice que, para poder ayudar y enseñar a los
demás no nos queda otra que mirarnos y confrontarnos a nosotros mismos en
nuestras actitudes. Sin un espíritu de autenticidad y de verdad no se puede ser
discípulo o discípula de Jesús.
Lo que se nos da bien y
rápidamente nos sale es el juzgar a la otra y mirar a las personas según
nuestra propia percepción. Sin embargo, nuestra actitud debería de ser ponernos
ante la otra abiertas y disponibles, acogiendo con libertad lo que me pueda
traer de su vida, y dejando la viga que traigo en mi ojo y que no me deja ver
más allá de mí. Solo así voy a poder acoger su vida.
¿De qué se trata entonces? De
trabajarnos desde dentro, mirar nuestros pensamientos, sentimientos, palabras y
obras para saber de dónde vienen y que puedo hacer para cambiar aquello que no
está en consonancia con el evangelio y que no me deja dar frutos buenos.
Todo nuestro ser tiene que ser
evangelizado y para eso hay que ponerse en el camino y dejarse encontrar por
Aquel que te mira tal y como eres, porque su mirada está totalmente limpia y
nadie te mira como El.
Paz y bien.