Todos los Santos

La fiesta de todos los Santos es ocasión óptima para mirar la vida finita con ojos de eternidad.

Es un día para dar gracias por tantas y tantos santos anónimos que no están en los altares, y que quizás hemos conocido. Mujeres y hombres buenos, que en medio de sus imperfecciones siempre quisieron agradar al Señor, personas que no se conformaron con una vida mediocre, sino que esperaron, creyeron y amaron, que fueron verdaderos amigos de Dios.

Nosotros estamos llamados a la santidad, viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en el día a día en la vida ordinaria, en los gestos pequeños, o sea, hacer de lo ordinario lo extraordinario.

En definitiva, como decía León Bloy, en la vida “existe una sola tristeza, la de no ser santos”.