I Domingo de Cuaresma

Quizá desde que en el bautismo Jesús  recibe el testimonio de su Padre: “Tu eres mi Hijo el amado”,  es decir su identidad de ser el Hijo de Dios, Jesús  tiene que ir al desierto al cara cara con su Padre a poner claridad a la misión encomendada por el  Padre: El Reino.

Jesús el hombre reconciliado con todo “vivía con las fieras y era cuidado por los ángeles”. El hombre en obediencia al Espíritu “Fue llevado al desierto por el espíritu” y el hombre que también fue tentado, para confirmarnos su misión “Obedecer, Adorar, Glorificar al Padre hasta el final”.

Se nos invita en este tiempo  a creer en la Alianza que Dios ha hecho con nosotros para siempre.  A tener fe en los acontecimientos que vamos a vivir con Jesús, y que los testigos nos van a ir contando, hasta llegar al culmen de su amor por  nosotros mediante su sangre, ¡su único deseo es convencernos de cuanto nos ama!

Que el Espíritu nos guie también a nosotros a discernir los criterios del Reino en nuestro vivir diario para vivir COMO HIJOS E HIJAS DE DIOS.